La historia de Esopo sobre el mosquito y el toro
Érase una vez un mosquito que volaba sobre la pradera, haciendo mucho ruido para ser una criatura tan pequeña. Finalmente, se posó en la punta de los cuernos de un toro. Una vez que descansó un poco, se preparó para salir volando. Pero antes de partir, le pidió perdón al toro por haber utilizado su cuerno como lugar de descanso.
«Debes estar muy contento de que me vaya ahora», dijo.
«A mí me da igual», respondió el toro. «Ni siquiera sabía que estabas allí».
Moraleja de la historia
A menudo somos más importantes a nuestros propios ojos que a los del prójimo. Cuanto más pequeña es la mente, mayor es la presunción.
Ahora bien, antes de que nos indignemos demasiado al pensar en nuestra propia insignificancia (y mucho menos al ser comparados con un mosquito), permítanme lanzar algunas sugerencias sobre por qué esto podría ser mucho más reconfortante de lo que parece a primera vista.
En primer lugar, un tema que ya he tratado en varios artículos: la autocomparación y nuestra excesiva dependencia de la percepción de los demás.
Se trata de una preocupación totalmente malsana e innecesaria, ya que, como nos recuerda la historia del mosquito y el toro, a la gente no le importa lo que hacemos ni de lejos lo que creemos que les importa.
La persona promedio camina envuelta en sus propios pensamientos, deseos y preocupaciones. No pasa su tiempo pensando en ti, y sería absurdo pensar que lo hace. Deja de lado esa autoconciencia.
En segundo lugar, si no somos tan importantes como creemos que somos, podemos alejarnos de la necesidad, igualmente insana, de cargar con todo, y de la presión paralizante que conlleva. El empresario que cree que todo se desmoronará sin él puede aprender a confiar y delegar en otros. Los socios aprenden que la felicidad de su pareja no depende sólo de ellos. Los trabajadores pueden tomarse unas vacaciones confiando en que otros intervendrán. Con usted o sin usted, el espectáculo continúa, y eso es en realidad un consuelo, además de un reto.
Así que, la próxima vez que te presiones a ti mismo… ¡recuerda la historia del mosquito y el toro! No eres ni de lejos tan importante o indispensable como crees, y eso está bien.